miércoles, 31 de marzo de 2010

A veces, o casi siempre hay que aprovechar la ocasión, el momento, la situación. Ya son dos días seguidos actualizando y eso es porque ahora es uno de esos momentos. Ultimamente estoy un poco asustado de mí mismo. Creo que me muevo más cerca de la bipolaridad que de encontrar el equilibrio. Y la verdad, es que tiene una parte que es cojonuda. Hay días en que podría revolucionar toda una parte de mi vida (para mi desgracia no toda) como es la relacionada con el trabajo y la farmacia. Podría coger y cambiarla por completo en una mañana. Afortunadamente para los empleados procuro frenarme, debido, principalmente a que sé lo que viene después. Y es que no hace ni un mes yo me movía por la parte oscura de la vida. Tinieblas que no me dejaban ver para qué coño estaba aquí, de qué servía seguir con mi lucha, y lo que es peor, hacer daño a gente que quiero (un día hablaré más sobre la gente que quiero). Por fortuna para mí, hay gente de esa que siempre parece estar ahí par escucharme, para apoyarme y para tirar de mí. Mil gracias, tú, que sé que me lees, por todo (habrá cosas que a mí no me gustan y otras que no te gustan a tí, pero lo que haces por mí me conecta con la esencia del ser humano: que somos tan perfectos como podemos ser, que somos tan inútiles como cualquier otro ser humano, y que todos valemos lo mismo por el mero hecho de nacer, sea en ciudades bonitas o feas).



Tras la parte personal, que quiero que tenga un peso importante en el blog, vamos al tajo.

Ayer hablaba con Cris y salió el siguiente tema. Hay una serie de cosas de moda ahora mismo que rozan los límites de la física, con más peligro para la humanidad que las consecuencias del LHC. Y es la posibilidad de que caiga en tus manos un pack de: la pulsera biobalance (o como se llame), un puñado de bayas de Goyi y uno de los miles de libros que leyó, devoró, inspiró, o ayudó a cagar (porque seamos serios no hay sitio en la casa de más reflexión y cultivo de la mente que el WC) Larsson.


Lo de la pulsera no tiene nombre. O sí. ¿Nadie recuerda las rayma? Pues lo de ahora es la misma mierda, estafa, bulo, engaño y enriquecimiento ilícito, solo que con un diseño actual.

Lo segundo son las famosas bayas. O cagarrutias de oveja pintadas de rojo, lo que me recuerda la duda que tengo. ¿las pintan una a una a mano o las meten en un tambor y se pintan solas? Recordad siempre mi consejo: "si algo sirve (cura) para todo, no sirve para nada", y la segunda parte: "algo puede funcionar de verdad y llegará el capitalismo para vender que sirve para mil cosas más". ¿ejemplos? El aloe vera, la baba de caracol, el yoga, el pilates, etc. Porque además todos sabemos que en el Tibet la gente vive 200 años y pueden follar días seguidos sin descanso (claro que no deben ver mujeres en todos esos 200 años que viven)

Y tercero: ¿cómo puedo hacer que algo escrito por alguien, ya fallecido me ayude a vender bazofia? Diciendo que ese fallecido, que escribió una novela adictiva, trepidante, leyó todo tipo de libros de escritores que, ¡oh, albricias, están vivos! y lo mejor, siguen escribiendo.
Como trataré de seguir haciendo yo.

Os contaré lo que me ocurrió el otro día en casa. Iba por el pasillo cuando me di un leve golpe contra la pared (resbalé, no iba bebido) ¿y qué pasó? Pues que se cayó un escritor escandinavo de novela negra.
-Hola, ¿en qué puedo ayudarle?- le pregunté con mi educación acostumbrada.
-Ehh, en nada, tú sigue con tu vida. Porque la estoy utilizando para elaborar el personaje de inspector protagonista de mi próxima novela- me contestó.
-gracias- dije.
-bueno, ya sabes. El típico ser amargado, solitario, más raro que engancharse a los supositorios de dextrometorfano, cuya vida triste y sin sentido le haga bordear la locura, la genialidad y el suicido.
-Joder, gracias, de nuevo -le dije- ¿me pagarán derechos de imagen?
-NO -me contestó- por eso estoy oculto en el blanco de la pared. Y por cierto, un día estuve en un estadio de fútbol en el que estaba Larsson, por lo que el libro lo leerán 100000 personas por lo menos.
-De acuerdo, siga con su trabajo.

Otro día os cuento lo que me ocurrió en el buzón con otro autor y las revistas del LiDL (me dijo que eso era por las drogas) y del que me espía desde el cajón de viagras de la farmacia, porque dice que en mi vida sólo hay sexo cuando vendo viagra, y claro, o voy de putas o mi personaje quedará descafeinado.


Feliz Semana Santa. Un saludo a todos los que tengáis a papis y mamis en casa estos días. (hombre gracias por la parte que me toca)

martes, 30 de marzo de 2010


No es lo mismo. Como bien dijo el ¿sabio? Alejandro Sanz (sí, coño sabio, ¿o no veis la mansión de Miami que tiene? y además pinta como mi sobrina, que sabia todavía no, pero lista, es lista de cojones). Entro en este blog que tengo abandonado. Muy abandonado.


Y veo que alguien ha entrado a mirar qué es de mi vida. Este tipo de cosas son de agradecer. O de llamar directamente al manicomio, pues qué hay menos interesante que lo que está siendo mi vida.

-Miles de cosas, Jorge.

-Ah, ¿sí?, dime tres.

- Muy simple, hay muchos más ejemplos:

Como la gente que trabaja en el punto de información de un centro comercial. Horas metido en tras un mostrador en el que no caminar y, lo que es peor, infringiendo las más mínimas normas de educación al… señalar con el dedo!!!!! (a dónde vamos a llegar, qué sociedad!!! :P)

Otro caso es la gente que ha logrado que el sálvame pase a ocupar toda la tarde. Toda, toda. Más dinero para la Estebán, cuya vida también debe ser poco interesante. Imagínate, querido Jorge, que estuvo un tiempo (no exagerado) viviendo en la finca esa de Jesulín y años y paños le ha durado el tema para malmeter en las revistas continuamente. Vamos que yo que llevo 6 años en Gijón ya puedo escribir una novela más densa que la Iliada. Ahora parece que el tema se le termina y tira de el divorcio del actual marido, un mindundi, que sí debe estar enamorado hasta las trancas.

Y luego, qué me dices de cientos, miles, decenas de miles (ala, exagerado) de personas que entran a la farmacia a contar unas vidas insulsas por las que no hacen el más mínimo esfuerzo por cambiar. Porque, claro, de qué van a hablar en la farmacia, sino es de una vida monótona.

- Bueno, sí, así visto…



Pues eso que a ver si ahora sí, viendo que esto se puede animar, me pongo en serio a contar cosillas. Como lo siguiente: “Semenya sólo quiere correr” qué pena de pronombre reflexivo olvidado para que semenya sí sea considerada humana.